Nos encanta conocer nuevos lugares y cuando supimos que Mar del Cabo había abierto sus puertas con la promesa de ‘revivir los años dorados de Los Cabos’, reservamos inmediatamente. Mis papás nos traían de pequeños cada verano; somos de Mexicali y siempre nos gustó recorrer la península entera.
Esta vez viajé con mi marido (soy recién casada) y él es tan fan de viajar como yo, así que nos aventuramos a este hotel boutique para desconectar de todo y regalarnos unos días de descanso.
Debo decir que su acogedora atmósfera te abraza desde que cruzas su jardín desértico y pones un pie en el lobby. Como muchas propiedades de la zona, el acceso está a varios metros de altura de la playa, así que la vista que te da la bienvenida es espectacular.
Las suites son de lo más cómodo, me sentí como en casa con sus detalles llenos de color y estilo mexicano, vidrio soplado, artesanías y muy buen gusto en todo.
El servicio merece una mención aparte, será que como ‘hermano menor’ de Grand Velas opera con el mismo profesionalismo y atención, pero lo que puedo decir es que fuimos arropados por Gerardo –el gerente– y todo su personal, como si nos recibieran en su propia casa.
Cada mañana nuestro mesero tenía la recomendación perfecta; nuestro Concierge nos compartió tips para visitar lugares increíbles de Los Cabos (y yo que en verdad creía conocerlo todo); el servicio de cortesía por las noches es un detalle que se agradece muchísimo pues invita a dejarlo todo y por fin descansar; y los servicios especiales como masajes y fogatas frente al mar, son un súper plus.
No podemos esperar para volver.
P.D. ¡Los cocteles del bar junto a la alberca son im-per-di-bles!
Eli Izaguirre – Recientemente hospedada en Mar del Cabo.
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